Desde pequeña tengo grabado a fuego el dicho popular “desayuna como un rico, come como un noble y cena como un pobre”. Y así lo he hecho durante mucho tiempo. Donde como consecuencia de escuchar a mi familia decir una y mil veces, que el desayuno era la comida más importante del día, no salía nunca de casa sin antes haberme tomado mi vaso de leche con nesquik y cereales.
Pero, ¿es verdad que no podemos pasar sin desayunar?
El desayuno
Desayunar significa deshacer, romper o cortar con el ayuno. Es decir, implica la existencia de un periodo de tiempo significativamente largo (más que en otros momentos del día), en el que no se come nada y que se interrumpe con la ingesta de comida.
Este tiempo donde no comemos, este “ayuno”, suele coincidir, en la mayoría de casos, con el descanso nocturno. Es decir, desde la última ingesta típica de la jornada, conocida como la cena, hasta el primer momento del día siguiente en el que se come algo.
¿Qué es lo que le da tanto prestigio a esta comida?
Parece que la primera referencia que hay al respecto de esta sentencia es la de Lenna Frances Cooper. Primera mujer en ocupar el cargo de dietista para el Ejército norteamericano. Además de ser la cofundadora en 1917 de la Asociación Americana de Dietética. Fue la Sra. Cooper quien en uno de sus libros comentó que:
“En muchos sentidos, el desayuno es la comida más importante porque es la comida con la que empieza el día”.
Pues bien, esta frase fue publicada en la revista Good Health, que en aquel entonces era el órgano de difusión del balneario de Battle Creek fundado por John Harvey Kellogg. No se reconoceréis a esta persona pero si no lo hacéis os digo que John Harvey Kellogg fue el padre putativo del imperio de los cereales Kellogg’s. ¿Qué casualidad no?
¿Qué es lo que estamos desayunando?
Muchas sociedades científicas vinculadas a la salud, junto a algunas campañas gubernamentales, promueven insistentemente la idea de que un buen desayuno es aquel que contiene un lácteo, una fruta (típicamente zumo) y un cereal o alimento farináceo.
En realidad, si abrimos un poco la mente veremos que sí, efectivamente en el mundo se desayunan lácteos, cereales y zumos, pero también legumbres, sopas, pescado, guisos, huevos, quesos, etc. Entonces ¿qué pasa a la población, que no siga el esquema lácteo – zumo – cereal lo está haciendo mal? ¿O realmente, es “el dogma” lo que no tiene sentido?
Es cierto que “el dogma” se adapta culturalmente a lo que solemos desayunar aquí, pero también es una realidad que es necesario concretar un poco mejor el mensaje. De otro modo, los desayunos que consisten en una baguete con queso de untar y mermelada o el mismo desayuno que hacía yo todas las mañanas (vaso de leche con nesquik y cereales azucarados) entrarían dentro del dogma establecido como recomendación a seguir. Y, en esencia, estos no serían ejemplos de desayunos saludables.
Estos dos ejemplos de desayuno ponen de relieve que la mera recomendación, sin mayores explicaciones, de cereal – lácteo – zumo, aunque se adapte a nuestros hábitos alimentarios, no es la más indicada. Ya que al no especificar qué tipo de productos están incluidos dentro de estos grupos de alimentos, puede facilitar el realizar elecciones poco saludables al escoger alimentos ricos en azúcares, grasas de mala calidad y farináceos con harinas refinadas.
¿Qué dice la ciencia al respecto?
La cantidad de literatura científica que aborda las distintas cuestiones relacionadas con el desayuno es enorme. Los defensores a ultranza de esta ingesta se apoyan en diversos argumentos. Entre otros, consideran que el desayuno ayuda a regular el metabolismo, afirman que tiene un efecto protector frente a la obesidad y también que posee efectos positivos en el rendimiento escolar.
No obstante, la gran mayoría de estos “supuestos” beneficios, solo se han puesto de relieve en estudios observacionales. Hay que recordar que una de las grandes limitaciones de esta clase de estudios es que, al basarse tan solo en la observación, no pueden atribuir que los efectos encontrados sean debidos al desayuno en sí mismo.
Esa clase de inconvenientes metodológicos se intentan sobrepasar con los denominados ensayos clínicos, y más concretamente con las revisiones y metaanálisis de ensayos clínicos. En ese contexto, encontramos la publicación llamada “Efecto del desayuno en el peso y la ingesta de energía”, donde a la vista de los resultados de 13 ensayos clínicos, se vio que, forzar a desayunar – para controlar el peso o adelgazar – podría tener el efecto contrario al deseado.
Entonces, ¿desayuno sí o desayuno no?
Es cierto que el desayuno es la primera comida del día, pero esto no quiere decir que sea la más importante. Tan solo es otra de las ingestas que realizamos a lo largo del día.
Como dice Juan Revenga:
“Con el desayuno pasa como con los hijos, no hay una ingesta más importante que otra, al igual que no hay un hijo más relevante que otro. Por eso, todas las ingestas han de tratarse por un igual”.
Y es que, paradójicamente, los desayunos en nuestro país, destacan por ser abundantes en bollería, dulces, zumos comerciales, leche con cacao en polvo azucarado, galletas, etc. Por lo tanto, si desde siempre se ha considerado tan importante esta comida, ¿por qué nos empeñamos en llevarlo a cabo con opciones tan poco saludables, tan inadecuadas?
El foco de esta ingesta debe ponerse en el qué comemos, ante que en el hecho de hacerlo o no. Es decir, la importancia de esta ingesta, si se hace, tiene que radicar en hacer una buena elección de alimentos. Y que estos sean, por lo tanto, lo más saludables posible. Para ello es preciso salir de los tópicos y de los típicos grupos alimentos que, desde siempre, se nos ha dicho que deben formar parte “un desayuno saludable”. Porque asegurar que hay que desayunar sea lo que sea, está lejos de ser una recomendación alineada con la evidencia científica. Por todas estas razones, estoy bastante convencida al afirmar que, muy probablemente, sea mejor no desayunar, que desayunar a partir de elecciones poco saludables.
Carmen Pérez dice
Buenas tardes.
Como no me queda claro, te pongo mi desayuno que hago por el siguiente orden para que me des tu opinion
– una pieza de fruta por ej una naranja o una porción de papaya fresca
-medio yogur de soja con un par de cucharadas de frutos secos
-cafe solo con una cucharadita de sirope de agave y una tostada de pan de centeno con jamón y AOV.
Soy muy intolerante a los lácteos y además no me gustan
Es correcto y equilibrado?
Gracias!!
Maria Lloreda Ferré dice
Hola Carmen,
Tu desayuno es correcto. Siempre y cuando las piezas de fruta sean enteras y no en forma de zumo y los frutos secos sean crudos o tostados en vez de fritos o salados. El pan de centeno me parece una buena opción, pero tiene que ser harina de centeno integral. Respecto al café con la cucharadita de sirope de agave, supongo que ya sabes, que la cantidad de azúcar que lleva este producto es similar al azúcar blanco de mesa. Así que cuanto menos mejor.
Muchas gracias!