Este tema siempre es motivo de discusión. Y por esto creo que, con los tiempos que corren, es importante hablar sobre ello. Porque, aunque muchos tengamos la idea preconcebida de que comer saludable cuesta más dinero, resulta que podemos estar equivocados.
¿Qué entendemos por comer sano?
Cada vez somos más conscientes de la importancia que tiene, para la salud, seguir una buena alimentación. Pero, ¿realmente qué es una “alimentación saludable”?
El Grupo de Revisión Estudio y Posicionamiento de la Asociación Española de Dietistas – Nutricionistas (GREP – AEDN), define este término como:
Aquello que permite alcanzar y mantener un funcionamiento óptimo del organismo, conservar o restablecer la salud, disminuir el riesgo de padecer enfermedades, asegurar la reproducción la gestación y la lactancia, y que promueve un crecimiento y desarrollo óptimos. Debe ser satisfactoria, suficiente, completa, equilibrada, armónica, segura, adaptada, sostenible y asequible.
Para que nuestra alimentación se ajuste al máximo a esta definición, debemos dar prioridad a aquellos productos frescos, y de origen principalmente vegetal. Y huir de aquellos productos que tengan una baja o nula calidad nutricional, como es el caso de los ultraprocesados.
La importancia del qué compramos
El primer paso para poder lograr una correcta alimentación, comienza en nuestra cesta de la compra. Para que esta sea lo más económica posible, podemos optar por aquellos alimentos de temporada y de proximidad. De esta forma, nuestras elecciones además de resultar más baratas, serán también más sabrosas y respetuosas con el medio ambiente.
Los productos congelados, tanto el pescado (que no esté rebozado o que no sean productos elaborados a partir de pasta de pescado) como las verduras, también son una opción muy asequible. Ya que además de ser más económicas tienen la misma calidad nutricional que sus versiones frescas.
De esta manera, vemos que hay una oferta de productos saludables a precios muy competitivos. Pero aún así, seguimos creyendo que comer bien implica gastarnos más dinero en la compra. Y esto se debe, en gran medida, al mundo del márketing alimenticio. Ya que este nos induce a trasladar ciertas cualidades excepcionales a ciertos productos, por lo que acabamos pagando de más cuando no es necesario. Es el caso de los superalimentos.
El gran timo de los superalimentos
Las semillas de chía, las bayas de goji, la quinoa, el té matcha, el aceite de coco, la espirulina, la col kale, la espelta, el aguacate, etc. Son algunos de los injustamente conocidos como superalimentos. Productos que, aunque no tengan nada malo, la continua publicidad que recibimos de ellos, hace que creamos que son esenciales e insustituibles si queremos seguir una alimentación equilibrada. Por lo que, en consecuencia, queremos hacernos con ellos y meterlos en nuestra cesta de la compra “a cualquier precio”.
Lo cierto es que podemos encontrar las mismas propiedades beneficiosas, en alimentos típicos de nuestra tierra, y mucho más baratos. Como en las legumbres, los huevos o los vegetales. Y por lo tanto, seguir una dieta completamente saludable, sin la necesidad de comprar ninguno de estos productos, y ahorrándonos un buen dinero.
Un claro ejemplo es el caso de la quinoa. Donde una ración de este alimento cuesta siete veces más que una ración equivalente de lentejas con arroz. Teniendo, además, un mejor valor nutricional (más fibra y más proteínas entre otras cosas). Y no solo eso, sino que estos mensajes equívocos sobre estos productos, hace que la gente interprete de manera errónea, que estos superalimentos que están tomando, compensan una mala alimentación. Es decir, algunas personas asumen el consumo de superalimentos como si estos le aportasen un llamado “efecto talisman”
Los productos ecológicos no son más nutritivos
Una situación parecida a los superalimentos les ocurre a los productos ecológicos, biológicos u orgánicos.
Según la legislación vigente (Reglamento (CE) Número 834/2007 del consejo de 28 de 2007 sobre producción y etiquetado de los productos ecológicos y por el que se deroga el Reglamento (CEE) no 2092/91 se considera que:
“La producción ecológica es un sistema general de gestión agrícola y producción de alimentos que combina las mejores prácticas ambientales, un elevado nivel de biodiversidad, la preservación de recursos naturales, la aplicación de normas exigentes sobre bienestar animal y una producción conforme a las preferencias de determinados consumidores por productos obtenidos a partir de sustancias y procesos naturales. Así pues, los métodos de producción ecológicos desempeñan un papel social doble, aportando, por un lado, productos ecológicos a un mercado específico que responde a la demanda de los consumidores y, por otro, bienes públicos que contribuyen a la protección del medio ambiente, al bienestar animal y al desarrollo rural”.
En resumen, que se produzca de forma más sostenible, o sin emplear pesticidas de origen sintético o transgénico, no significa que sean más nutritivos. Ni que tengan más fibra, ni siquiera, que tengan más vitaminas o minerales.
Por lo que si decides invertir en estos productos (que no digo que esté mal), hazlo a sabiendas que casi seguro tendrán un mayor coste y nadie te podrá garantizar que sean nutricionalmente mejores que los alimentos convencionales.
El experimento
Hace menos de dos años, desde El Comidista, asumieron el reto de contrastar, con los números en la mano si realmente una compra más saludables salía más cara que una cesta llena de productos poco recomendables.
Diseñaron diferentes menús para 4 personas: siempre para dos adultos y dos niños, con opciones saludables y opciones “menos saludables”. Hicieron un escandallo con las cantidades y las aplicaron a la compra online en el supermercado de Mercadona (los planes completos los tenéis redactados en su artículo). El resultado fue que comprar productos saludables les salía más rentable, y por lo tanto, más económico, que comprar productos poco sanos. Ya que el menú equilibrado, de media y a la semana, les salió por 14,71 euros frente al menos recomendable que costó 19,34 euros.
Por su parte, la OCU (Organización de Consumidores y Usuarios), en 2012, también realizó un experimento similar. Querían saber cuánto le costaba, a la población española, la cesta de la compra. Además, sus expertos de nutrición elaboraron un modelo de cesta saludable para una familia de 4 personas, donde querían analizar si comer sano salía más caro.
Se recorrieron 1.194 tiendas de 65 ciudades distintas de España. Y observaron que, por un lado, el gasto invertido en la alimentación de la hipotética familia costaba 565 euros al mes. Y que por otro lado, la cesta saludable salía más barata. No obstante, se encontraron diferencias significativas entre establecimientos. Es decir, comprar en el Alcampo o el Carrefour salía más barato que comprar en El Corte Inglés (está todo detallado en su artículo).
Más alimentos de nuestra tierra
En resumen, a pesar de la creencia popular que tiene asumido que mantener un estilo de alimentación saludable es más costoso que lo contrario, existen múltiples estrategias que contrastan, en la práctica, que comer saludable no es más caro. Lo que sí que resulta especialmente caro, es escoger ciertos productos influidos por los mensajes sugerentes que se ponen de moda, y que no dejan de ser campañas de márketing. Por tanto, antes de incluir estos alimentos a la cesta de la compra, deberíamos priorizar aquellos productos típicos de nuestra dieta mediterránea, que además de ser igual o más de beneficiosos, servirán para que nos ahorraremos una buena cantidad de dinero.
redondo dice
Un artículo magnífico, con información clara, sencilla y muy valiosa. Para tenerlo muy en cuenta al hacer la compra.
Maria Lloreda Ferré dice
Hola,
Muchísimas gracias por el comentario. Se agradece.